Hace
algún tiempo, un grupo de compañeros de la carrera de Comunicación, conformado
por Jose Cardoza, Sharon Bermúdez y su servidor, teníamos que hacer un
reportaje fotográfico, por lo que decidimos hacerlo en el municipio “El_Crucero”, en Managua. Salimos temprano aquél día y nos fuimos en un bus que
salía del mercado Israel Lewites.
Íbamos algo contentos, porque no era un lugar al que frecuentábamos mucho, pero sí, habíamos escuchado hablar. Puede ser que haya sido uno de nuestros mejores viajes a aquel lugar, aunque fuera un poco improvisado.
Cuando
íbamos subiendo en el bus, notamos que la temperatura descendía conforme
avanzábamos, haciendo que el clima
estuviera bastante agradable para nuestra visita. Se podía ver
claramente toda las Sierras de Managua desde las ventanas de aquél maltratado y
ruidoso bus, y al fondo, se contemplaban las enormes torres de transmisión que
hay en el cerro más alto de El Crucero.
Llegó
el kilómetro 16 y todas las miradas de los pasajeros se posaban en los
ventanales izquierdos del bus, y todo el mundo empezaba a hablar de una sola
cosa: “La Quinta Angélica”. Aunque han pasado tantos años desde que esa leyenda
corrió de boca en boca por todo Managua, todavía, siguen algunos, contándola.
Se pueden conocer muchas cosas sobre la tenebrosa historia del lugar, si se
escucha lo que cuentan muchos pasajeros que suelen bajarse en las cercanías de
la quinta. Tenía la idea de que al pasar de regreso para la ciudad, nos
detuviéramos a tomar fotografías y a ver qué sucedía.
Llegamos
al parque central de El Crucero, que es un triangulito en medio de la
carretera. Allí nos bajamos y preguntamos en la primera y más antigua de las
haciendas de café del lugar, que si podíamos entrar para tomar fotografías. La
respuesta, desgraciadamente fue negativa. Esa hacienda, fue donde yo pasaba las
vacaciones de mi infancia y donde todos en mi familia crecimos, hasta que hace
algunos años, fue vendida a uno de los hermanos Montealegre, quienes no
pudieron sostenerla económicamente por diversos problemas.
Despues
de recibir la negativa respuesta, nos dirigimos hacia “Las Nubes”, que es el
punto más alto del lugar. Llegamos a un camino de tierra, pero bastante
selvático, parecía un camino tenebroso, algo solitario, pero en donde se veían
algunas marcas de camionetas que descendían al guindo. Llegamos a la mitad del
camino y decidimos regresarnos, no sin antes, tomar las fotografías que
necesitábamos.
Al
subir, nos dispusimos a ir a almorzar a un lugar que un conductor de caponeras
nos recomendó. La comida se ponía helada muy rápidamente, haciendo que tuviera
ese parecido al hule de una chinela.
Una
vez que terminamos de comer, seguimos nuestra gira. Esta vez, hacia la Iglesia
de Nuestra Señora De Las Victorias, que estaba enfrente del comedor donde
comimos. En ese lugar, se cuenta, que la Virgen María apareció tres veces,
aunque no logramos recoger la historia completa porque no había nadie cerca.
Después,
nos acordamos de la quinta Angélica, y decidimos descender hasta el lugar. Nos
bajamos y apenas pisamos el monte seco sentimos una rara sensación de estar siendo observados. Todos concordamos en que podrían ser las miradas fijas de
algunos vecinos sobre nosotros, que éramos desconocidos para ellos.
Caminamos buen rato, tomando fotografías, y la pila que había en la quinta estaba completamente verde. Aun así, tomamos algunas fotografías del agua. Las paredes estaban destruidas, tan solo quedaban algunos arcos y pilares, en donde todavía se escucha el eco de la sangre que corrió hace mucho tiempo en ese lugar.
Decidimos
seguir, y detrás de la quinta, había una pequeña cañada, en donde nos pareció
ver un espanto. Yo, con aires de valentía, me acerqué, porque aquel raro objeto
hacía ruido, era blanco, y movía toda la maleza que había alrededor. Cuando nos
acercamos, nos dimos cuenta de que era un caballo, que sin razón, estaba en
aquel lugar. Salimos de allí y subimos un poco más, pero salimos por otro lado,
en donde se contemplaban árboles frondosos con formas tenebrosas.
Todos
nos quedamos con ganas de más suspenso, aunque no se pudo, porque el lugar ya
no es como antes y era hora de volver a casa.
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